Mis procesos de aprendizaje, trabajo y producción han implicado desde que tengo memoria una multiplicidad de aristas, de gustos y de intereses que encuentran vínculos entre sí, temas y formas que se yuxtaponen algunos de forma ambigua o arbitraria y algunos otros bajo ejercicios más formales o racionales.
Recurrentemente me encuentro a mi mismo en medio de la ansiedad causada por la preocupación de pretenderme un sujeto que se pudiere autodenominar consciente y contemporáneo. Y en ese estado se devela más y más un deseo por tratar de problematizar e intentar complejizarlo todo (o casi todo).
Desde hace algunos años, particularmente a partir de iniciar mi trabajo como docente en distintas instituciones, me embarga una tensión interna cada vez más constante (que luego resultará manifiesta en algunos ejercicios) que se fragua entre la sumisión frente a un aparato institucional con intereses propios (la mayoría de las veces políticos y/o partidistas) y las inquietudes de las y los interesados en una disciplina en particular (el arte) y junto con las posibilidades de establecer vínculos comunitarios ajenos a la regulación y el orden institucional.
Pienso constantemente en la virtualidad como potencia de ser de las cosas, en el diseño como ejercicio de la posibilidad y en el acto imaginativo como medio de acceso a las utopías que motivan los actos revolucionarios (los propios y los del mundo).
El ejercicio del diálogo ha resultado fundamental en mi trabajo; como sujeto social y en el reconocimiento de mi ignorancia e ingenuidad. El diálogo (llano, coloquial y sin pretenciones teórico-formales o academicistas) me ha resultado pieza fundamental en mi proceso de aprendizaje y de encuentro con las y los otros. El diálogo como un proceso de reconocimiento de las y los demás y sobre todo como la posibilidad del encuentro conmigo mismo.
Las formas en las que se manifiesta cada ejercicio y los objetos que terminan arrojados al mundo como resultado de los procesos son múltiples y me resulta complicado suscribirlos a un medio particular porque los procesos las más de las veces terminan siendo rizomáticos y los objetos meras consecuencias y testigos de ellos.
Sin embargo abiertamente me declaro tecnófilo. En los entornos digitales y electrónicos encuentro dimensiones que capturan mi atención porque más allá de su efectismo en ellas se manifiesta de forma más evidente una physis con menos limitaciones y un estado de la materia más flexible, moldeable y etérea.
Me interesa generar y activar preguntas y provocar el diálogo sobre ellas y alrededor de su periferia. Accionar sucesos que me permitan repensarme como sujeto del mundo y también como un ente situado en un contexto particular y determinado, me gusta pensarme desde y en lo local y buscar puntos de coincidencia con las distintas latitudes que conforman el exterior.
Asumo que en el diálogo y en la relación entre quienes lo ejercen se dibujan dinámicas de reconocimiento mutuo pero también ejercicios de poder (algunos violentos - unos más que otros). Desde ahí me asumo como sujeto político y me intento posicionar desde las prácticas artísticas en las que me veo involucrado.